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19 octubre 2010

CAPITULO 4.AHORA SÉ, QUE LA NADA LO ERA TODO

Aquí os dejo otro capítulo del relato Ahora sé, que la nada lo era todo.
Si me da tiempo puede que suba otro más antes de que acabe la semana. Ya veremos.

4


Llevaba metido en la ducha tanto tiempo, que sus dedos comenzaban a estar arrugados.
Dejó caer el agua caliente sobre su cabeza, repartiéndose por todo su cuerpo, relajando sus músculos e intentando tranquilizarse por la sesión de fotos de la semana anterior. Sabía que no había hecho nada malo, pero una inquietud hormigueaba en su estómago negándose a abandonarle, sobre todo teniendo en cuenta que Daniel no había aparecido por el comedor desde ese día.

Se había comportado como un profesional. Le indicaba con gestos la forma de posar, e incluso en varias ocasiones le había colocado la postura con tal concentración que pareciera no estar allí. Era parte de la lente, un gran angular que absorbía luces, colores y texturas. Disparaba sin cesar su cámara apostado en un espacio pixelado de imágenes imposibles .La sesión se alargó hasta bien entrada la tarde, y lo cierto era, que el tiempo pasó volando. Samuel tenía la intención de invitarle a un café, pero una vez más Daniel lo sorprendió con su prisa por irse alegando un fuerte dolor de cabeza.

Desde ese día no sabía nada de él.

—¡Samuel! ¿No vas a salir nunca?

La voz de Lucas le trajo de nuevo al presente. Se secó y vistió con rapidez y se dirigió a la cocina.
Lucas estaba sentado a la mesa, con su desayuno y su periódico como todas las mañanas.

Hacía dos años que se conocían y uno que vivían juntos. Al mirar a su alrededor vio la vajilla que su compañero había comprado; los electrodomésticos que había pagado; la cocina que había diseñado.
La casa era de Lucas. Todo lo que había dentro era de Lucas, y por momentos, empezaba a pensar que él era también una de sus pertenencias.

—Llevabas ahí dentro más de media hora. Las tostadas se habrán quedado frías.

—No importa, no tengo mucha hambre.

Lucas dejó el periódico a un lado, y cruzando los brazos sobre su pecho se dedicó a mirarle mientras bebía de su taza.

—¿Estás bien? Esta semana te he notado un poco raro.

—Sólo estoy un poco cansado, los exámenes, ahora el proyecto…

—¿Por qué no quedamos para comer?

—Hoy es martes, Lucas, ya lo sabes. Todos los martes y jueves me haces la misma pregunta. Tengo comedor.

La tensión era palpable. Esa discusión que comenzó siendo ocasional, empezaba a extenderse como un virus de propagación lenta, con pequeños síntomas que se iban acentuando con el paso del tiempo hasta llegar a invadir todas sus conversaciones.

— Ya sé que tienes comedor, pero pensé que te lo habías pensado mejor desde la última vez que hablamos sobre ello.

Samuel exhaló un suspiro casi inaudible. No tenía ganas de hablar y menos de ese tema. Había cedido en tantas cosas, que ya no podía distinguir cual de las decisiones que había tomado últimamente eran suyas, y cuales eran de Lucas.
Sobre el voluntariado era inamovible. Esa parcela era suya y de nadie más. Se sentía bien haciéndolo y además necesitaban su ayuda. No iba a renunciar por mucho que se lo pidiera.

—¿No crees que es muy temprano para discutir? Ya sabes lo que opino y no voy a cambiar de parecer.

—Estoy un poco harto de este asunto. Sigo pensando que te roba mucho tiempo. Si quieres presentar el proyecto a final de año, deberías dedicarte exclusivamente a él.

Samuel tiró por el fregadero el café que no había bebido. Estaba cansado de sentirse continuamente presionado.

— Se me hace tarde, tengo que irme.

Pasó por su lado sin ni siquiera mirarle. No quería ceder ni darle un pequeño signo de que fuera a hacerlo.
Recogió su bolsa pensando en como había cambiado todo en los últimos meses.
Era muy triste no querer volver a casa, hacer tiempo para alargar lo inevitable.
Se perdieron las horas en el sofá contándose lo sucedido durante el día; las despedidas se transformaron en adioses murmurados con la cabeza baja; la distancia en la cama se tornó abismo, colocando a cada uno en una esquina, temiendo caer por esa grieta que aparecía por las noches en el colchón, dispuesta a devorarlos con los afilados dientes de la indolencia.

Lucas seguía sentando en la cocina. No se molestó en decir adiós, con seguridad no tendría respuesta.
Samuel abrió la puerta y se ofreció al alivio que le producía salir del piso. Tenía todo un día por delante antes de volver para enfrentarse a los silencios ensordecedores de su relación.

Cogió el metro para dirigirse al estudio que compartía con Joel, aunque lo único que compartía era el espacio. Su amigo pagaba el alquiler, la luz y todos los gastos, al igual que Lucas se hacía cargo de todo lo referente a su casa.
De pie en el vagón, su cuerpo se balanceaba al unísono con sus pensamientos .Hubo un tiempo en que creyó tenerlo todo y ahora se daba cuenta que no poseía nada. La ropa que llevaba la compraba con Lucas, el cual sacaba la tarjeta con aire condescendiente como quien compra caramelos a un niño. Recibía semanalmente una paga que en principio le pareció humillante pero que acabó aceptando. No tenía otra opción después de dejar el trabajo en el pub ante la insistencia de su novio. La universidad, los libros, los materiales…nada salía de su bolsillo. Se sentía un parásito, rebajado a pedir y aceptar lo que los demás le daban, y lo peor de todo, no había movido ni un solo dedo para cambiar la situación.

Una voz mecánica de mujer le anunció su parada Se dejó arrastrar por la multitud llena de prisa que parecía saber con seguridad donde ir. Al final de las escaleras se quedó parado, con la vista al frente, deseando tener su propio lugar al que acudir. Los empujones de los que subían y bajaban le fueron llevando hacia la salida, y el sol de abril sacudió los pensamientos en los que se había sumido.
Con paso vivo se encaminó hacia el edificio que se avistaba desde la salida del metro. Comprobó la hora y aceleró el paso. Si no se daba prisa se quedaría en la calle, en menos de veinte minutos Joel saldría hacia su trabajo.

Joel había elegido un quinto sin ascensor porque el alquiler era más barato, y Samuel sospechaba que también lo había hecho para ahorrarse el gimnasio.
Sin resuello llamó al timbre esperando no haber llegado demasiado tarde.

La cara de su siempre sonriente amigo apareció tras la puerta. Vestía el uniforme azul de MRW, la empresa de mensajería para la que trabajaba.

—Pensé que hoy no vendrías.

—Me he dormido, he tenido un amago de discusión con Lucas y no tengo ganas de hacer absolutamente nada.

Samuel se dejó caer en el sofá, estirando sus largas piernas y cubriéndose los ojos con su antebrazo.

— No me digas más. Hoy es martes.

—Si, empieza a ser el peor día de la semana.

—Tal vez deberías darle un poco de gusto, no sé, ir solo un día en vez de dos.

Samuel se levantó de un salto sin poder creer lo que estaba escuchando. ¿Joel también le empujaba a ceder? Sintió la rabia crecer dentro de sí, enfurecido, temiendo la traición de su mejor amigo.

—¿Qué coño estás diciendo? ¿No me has escuchado lo que te he dicho en todos estos años? Tú me conoces mejor que nadie, sabes lo que me pasa, ni siquiera te gusta Lucas.

Se había acercado a él mientras le gritaba, y su mano rodeaba el brazo de Joel con demasiada presión.

—Joder, Samuel…suéltame, me haces daño.

Samuel retrocedió sorprendido de su propia reacción, se tiró de nuevo en el sofá y cubrió la cara con sus manos.

—Me has asustado, nunca te había visto así, era solo un comentario.

—Lo siento, lo siento de verdad. No me esperaba que tú, precisamente tú, me dijeras algo así. Sabes que es lo único que es mío. No puedo dárselo también.

El lamento de la voz amortiguada entre las manos, ablandó a Joel. Se sentó a su lado y le rodeó con sus brazos.

—Piensas demasiado. Date un respiro. ¿Qué hay de malo en aceptar lo que él te da?
Ni siquiera se lo has pedido.

Se puso de rodillas ante él, y le obligo mirarle.

—Escúchame. Desde que te conozco siempre has estado trabajando. Me acuerdo cuando nos íbamos a la plaza a jugar, y te quedabas dormido en el banco porque tu padre te hacía levantarte a las cinco de la mañana para ir a la panadería. Y cuando tu madre murió y el cabrón de tu padre comenzó a beber ¿quién sacó la casa adelante? Llevas así desde los doce años Samuel. Creo que mereces, que por una vez en tu vida, alguien cuide de ti.

Samuel le sostuvo la mirada. Allí estaba la única persona que jamás le había fallado; la única que se quedó cuando llegaron los malos momentos. Habían recorrido un largo camino juntos, y casi siempre solía acertar con sus consejos.

—Perdóname, solo estoy un poco agobiado. Siempre me he ganado todo lo que he tenido y nunca nadie que me ha dicho lo que tenía que hacer. Lucas es tan protector y tan sargento… A veces se comporta más como un padre que como un amante.

Joel se levantó de un salto y comenzó a hacer aspavientos con las manos.

—No, no, no. Por ahí no paso. Ni se te ocurra decirme lo que haces con él

Simuló un escalofrió y puso cara de asco, como siempre hacía cuando Samuel le tomaba el pelo intentando contarle las maravillosas ventajas de tener sexo con un hombre.

Desde el sofá, una sonrisa  apareció en los labios del voluntario. Siempre lo conseguía. Aflojaba el ambiente con alguna de sus payasadas, eliminaba la tensión, como si la vida fuera una continua juerga.

—Eres idiota ¿lo sabías?

—Eres el único que lo cree, así que no lo tengo en cuenta. Me gustaría quedarme y seguir hablando, pero llego diez minutos tarde, y no eres tú el que tiene que aguantar a mi jefe.

Recogió la cartera y la chaqueta que colgaba del perchero y fue hacia la puerta.

—Esta noche he quedado—le dijo alzando repetidamente las cejas y con medio cuerpo fuera del estudio—pero si estás muy mal puedo anularlo y salimos a tomar algo.

—Esa invitación suena muy falsa. Anda lárgate, te llamaré mañana.

Le vio saludarlo con la mano mientras cerraba la puerta, y el silencio invadió todos los rincones de la habitación. No pudo evitar pensar en Daniel, en sus interminables días de sonidos ocultos. Ese hombre le tenía intrigado y a la vez preocupado. ¿Le habría pasado algo? Se prometió preguntar por su dirección, si es que tenía alguna, si  no aparecía por el comedor.
Haciendo preparativos en su cabeza, desplegó los planos. Su mirada se centró en ellos intentando concentrase en líneas, materiales, perspectivas y detalles. Quería dejar morir la mañana, nervioso e inquieto sin razón aparente, aunque en el fondo, él sabía muy bien porque estaba así.

La tarde le daría la respuesta.

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8 comentarios:

Cuquisev dijo...

Hola, me ha gustado mucho el capitulo,y como siempre me encanta el modo en que a veces,muchas, describes las cosas casi,casi como si las estuviera viendo yo,y no imaginandolas tú.
Espero dichosa el siguiente,ainsss.

Unknown dijo...

Hola Elo ^^
Me ha gustado mucho este capítulo, Lucas me recordó a alguien que yo conozco muy bien. Estoy esperando a saber más.

Un abrazo

Abril Ansurez dijo...

Gracias a las dos por leerlo, si las coas no se tuercen para la semana que viene os pondré tres de un golpe.

Un besito

Unknown dijo...

Por fin Elo; por fin me paso a por esta historia tan tremendamente bien escrita. Por desgracia en el mundo hay muchos Lucas... y muchos Samuel. La carga emotiva de esta historia me tiene realmente prisionero.

Ya ves que no siempre podré pasar al día, pero no quiero perderme ni uno de tus trabajos ;-)

Abril Ansurez dijo...

Eres un sol DK, yo también tengo pendiente la tuya, esta semana sin falta la leo.

Un besito

isolde dijo...

Esta genial y coincido con los demas en que todos conocemos algun samuel o lucas o puede que nosotr@s mism@s seamos alguno de ellos.Un beso.

Rosky dijo...

Es increíble, nunca lo había mirado desde ese punto de vista, si que las parejas son parejas dando igual su composición todas tienen los mismos problemas, amores, desamores, miedos,inquietudes etc.no hay nada completamente idílico bajo el sol una pena.
Muy Bueno Como siempre. Un beso y gracias.

Abril Ansurez dijo...

Muchas gracias Iso.
Roskky, el amor no entiende de sexos, y la mayoría de los problemas son comunes a todos.
Me alegro que os haya gustado.