Vivimos estereotipados y anclados a frases hechas. Hay una
que me hace mucha gracia y es aquella que habla de la crisis de los cuarenta.
Os voy a confesar algo, he
llegado a tan temida edad y no estoy crisis. De hecho creo que estoy en
un punto álgido de mi vida.
No tengo nostalgia de mi adolescencia, parte de la vida que
considero como una enfermedad necesaria de pasar, ni tampoco de mis veinte
años, donde la realidad transitaba de puntillas por mi vida. Los treinta me
golpearon con más fuerza, porque pude al fin disponer de toda mi experiencia
para llevar a cabo las expectativas que había ido acumulando a lo largo de mis
años, con total aceptación de las consecuencias que me iban a acarrear.
Llegados a los cuarenta, he sido capaz por fin de asumir los
errores que espero no volver cometer, y los errores nuevos que estoy ansiosa
por descubrir.
Esa cifra tan odiada por algunos y hasta innombrable para
otros, se ha instalado con una fuerza arrolladora dejando paso a unas ganas
renovadas, que nada tienen que ver con unas ganas inexpertas.
Se lo que es comerme el mundo de un solo bocado,sacudiéndome
las migas del mañana que no importa,esas migas que ahora recojo cautelosa , a
sabiendas que si comes más despacio la digestión de la vida es más ligera.
He aprendido del primer beso, el del desconocimiento,del
desamor de la primera vez, de las promesas ante un altar convertidas en abismos
de rutina, del sexo sin ganas que da paso a la pasión de conocerte de nuevo en
brazos distintos, de la ignorancia de la culpa travestida en golpes de pecho
ocultando la libertad.
Ni la crisis mundial, ni los cambios de ciudad, ni el
reciclaje laboral, ni la pérdida de estatus económico han podido conmigo.
Soy la superviviente de los años jóvenes que transita en una
joven madurez, donde puedo por fin ver el reflejo nítido de mi persona.
Mi cuerpo que ha recibido los golpes de los años,ha dejado
de tener miedo.Y yo con él.
Camino sosegada entre la impaciencia de lo inmediato que
antes tanto me preocupaba.Me he convertido en maestra de vida y espectadora anhelante de lo que está por
venir , a través de la mirada de un niño.
Soy lo que quiero, lo que me han dejado ser y en lo que me
quiero convertir.
Soy sin lugar a dudas, una mujer de cuarenta que goza del
privilegio de la libertad, del derecho de aprender, de las ganas de enseñar y
de la vitalidad de vivir.
No estoy en crisis, he llegado al campo base de una cima más
que he conquistado, preparada para seguir escalando sin descanso.
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